Monólogo sobre dos culturas del mundo de la física teórica

Con motivo de la celebración del vigésimo aniversario de la fundación de la Sociedad Española de Gravitación y Relatividad he preparado una breve conferencia que quiero compartir aquí con los que no han tenido la oportunidad de asistir al acto de la Universidad Complutense.

Cartel del acto de celebración del vigésimo aniversario de la SEGRE en la UCM
Cartel del acto de celebración del vigésimo aniversario de la SEGRE en la UCM

Monólogo sobre dos culturas del mundo de la física teórica

Buenas tardes.

Cuando me pidieron dar una charla contando mi recuerdo de los primeros años de la SEGRE, me di cuenta de lo desmemoriado que me he vuelto y de lo difícil que me iba a ser aportar datos concretos o las anécdotas sabrosas que todos los que asisten a actos como éste esperan.

También caí en la cuenta, horrorizado, de que esa desmemoria me iba a llevar a omitir injustamente nombres y episodios a los que seguramente (pero la verdad es que no lo recuerdo bien) habría que atribuir mucho del mérito de que la SEGRE naciese y haya llegado hasta aquí.

Así pues, para salir del paso con cierta dignidad, poder aportar algo interesante a esta jornada de celebración sin ofender a nadie y sin ponerme en situaciones embarazosas que otros puedan contar como anécdotas hilarantes dentro de otros veinte años, he optado por hablar de algo que requiere menos precisión en los datos (nombres, fechas, eventos) pero que puede ser útil para entender mejor las circunstancias socio-científicas que llevaron a la fundación de la SEGRE.

Pido, por lo tanto, vuestra indulgencia por hablaros de un tema que a mí me apasiona, pero que quizá no sea lo que esperabais en una ocasión como ésta. Y pido también disculpas por ser incapaz de nombrar sin omisiones a todos los colegas que han contribuido a que este aniversario haya llegado y se

haya organizado, que merecen un reconocimiento por tiempo y esfuerzo que han invertido en estructurar y consolidar el espacio científico de España a través de una asociación como la SEGRE.

Espero, de todas formas, que el tema del que voy a hablar os resulte también interesante que dé lugar a una sana polémica de la que todos podamos aprender algo, a diferencia de las polémicas de las que los medios de comunicación nos informan machaconamente estos días.

Sociología de la comunidad científica

He titulado esta charla con una paráfrasis del título del famoso libro de Galileo, sustituyendo los dos sistemas máximos del mundo por dos culturas de la física teórica, utilizando uno de los sentidos que tiene la palabra cultura según la RAE: «conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época, grupo social, etc.» El grupo social al que me voy a referir es el de los físicos teóricos durante los últimos 100 años y me voy a preocupar más de su comportamiento social que de sus descubrimientos científicos, aunque estén muy relacionados. Ya veremos más adelante a qué dos culturas me refiero y qué tienen que ver con la

SEGRE y con su vigésimo aniversario.

Una parte importante de la historia de la ciencia es la de los hombres que la hacen y la del cuerpo social con características muy definidas que lo forman. Éste es un cuerpo extraordinariamente activo y que sufre todos los fenómenos que se producen en la sociedad en su sentido más amplio: se organiza jerárquicamente, con una estratificación que responde a razones de mérito, pero también de pedigree (científico, académico o socioeconómico, a veces muy interrelacionados). Hay luchas por el poder académico o por atraer la atención (algo que ahora se mide en unidades llamadas likes) pero muy pocas por conseguir premios. Esto seguramente ocurre por lo escasos que son los premios científicos, sobre todo si comparamos con los más de 3500 premios literarios que se otorgan cada año en España, ese país en el que los de letras se sienten mal tratados.

Aunque a la comunidad científica la une un conjunto grande de creencias comunes (en todo lo firmemente establecido de forma experimental), hay disidentes, sectas heréticas, y grandes corrientes culturales o filosóficas que dan lugar a grupos muy diferenciados, con principios y líderes propios y a menudo enfrentados con otros similares que compiten por los mismos recursos (becas, plazas, financiación) pero, sobre todo, por la supremacía científica. Para entendernos, voy a llamar «tribus»

a estos grupos, pues comparten con ellas unos niveles de endogamia difíciles de justificar en una empresa tan supuestamente abierta y universal como la investigación científica. Hablar de «escuelas de pensamiento» me parece demasiado caritativo.

Se podría pensar que, al final, los experimentos dan o quitan la razón a unos u otros, pero el homo sapiens scientificus es un animal tozudo y soberbio y, a veces, la evidencia tarda años en ser aceptada y su interpretación se discute hasta la saciedad o hasta el ridículo más espantoso. La cruzada de Julio Palacios contra la Relatividad es un ejemplo paradigmático que en este preciso lugar no puede dejar de venírseme a la cabeza, venciendo la barrera de mi desmemoria. Pero también puedo recordar que las disputas entre cartesianos y newtonianos tardó mucho más en ser zanjada de lo que podría deducirse de los libros de texto que a menudo olvidan que los científicos son, al fin y al cabo, seres humanos.

En ocasiones lo que pasa es que la evidencia tarda mucho en aparecer, el tiempo discurre, los físicos teóricos siguen desarrollando sus ideas de acuerdo con la formación y prejuicios recibidos y las tribus que se forman duran generaciones, generaciones enfrentadas a otras tribus similares por su concepción de cómo debería ser la física. Esto es, sin duda ninguna lo que pasa en el caso de todo lo que rodea a la gravedad. (A estas alturas seguramente estabais pensando que este discursito no tiene nada que ver con la gravedad  o con  SEGRE y lo ha debido de escribir ChatGPT, pero ya veis que estamos llegando al tema principal del mismo.)

Dos culturas

La Relatividad General, que es la piedra angular de toda la investigación moderna en la interacción gravitatoria, fue, sin duda, una teoría adelantada a su tiempo. En el plano conceptual, entenderla ha sido (y sigue siendo) extremadamente difícil porque afecta al propio espacio y el tiempo que son las «formas a priori» del entendimiento según Kant. Para demostrarlo no hay más que remitirse a los 50 años que separan el descubrimiento de la solución de Schwarzschild de su interpretación como «agujero negro». Por otro lado, la Relatividad General es una teoría extremadamente rica en predicciones, pero durante muchos años sólo fue tecnológicamente imposible comprobar una pequeñísima fracción de las mismas. En situaciones como ésta, como he dicho antes, los físicos teóricos tienden a formar tribus que avanzan un tanto a ciegas (pero avanzan), un tanto aislados del resto de los avances que se producen en otros campos, consolidando una filosofía y una cultura propias que les diferencia de otras tribus. La tribu que surgió de esta forma es la que no hace tanto (y ciertamente en el momento de fundación de la SEGRE) se conocía como la de «los relativistas».

Que Einstein, uno de los mayores genios científicos de la historia, fuera el creador (o descubridor, realmente no sé qu’e decir) de la Relatividad General, le convertía en el principal líder espiritual de la tribu de los relativistas. Y que Einstein desconfiara de la Mecánica Cuántica hizo de la tribu relativista un grupo que también desconfiaba de la misma, que tenía una inclinación especial por estudiar alternativas como las teorías de variables ocultas, por preocuparse por cosas como «el problema del tiempo» y que se mantuvo mayoritariamente ajena de los avances que se produjeron combinando la Relatividad Especial con la Mecánica Cuántica en las Teorías Cuánticas de Campos Relativistas, la clase de teorías que más éxitos ha conseguido y que describe todas las demás interacciones fundamentales.

(Hablar del «problema del tiempo» me ha hecho recordar el anuncio de un colega de que iba a dedicar los próximos 5 años de su vida a estudiarlo y que probablemente no publicaría nada en ese tiempo. En ese momento me sonó al problema de cómo ocupar el tiempo durante 5 años sin hacer nada.)

Pero sería muy injusto no reconocer que la tribu relativista realizó un trabajo admirable sentando las bases de los descubrimientos recientes de las ondas gravitatorias, por poner un ejemplo. Podría hablar de muchas otras cosas recientemente «redescubiertas» como el grupo BMS, como las ecuaciones de Teukolski, muchas soluciones exactas, y un largo etcétera de resultados que ahora han cobrado actualidad.

Todo este trabajo se realizó en una época en la que sólo se podía soñar con que algún día, quizá, habría los instrumentos necesarios para observar los fenómenos que se habían predicho. Una época en la que muchos hubieron de sufrir las miradas condescendientes de colegas que hacían predicciones que se comprobaban o refutaban a escalas de tiempo de meses o pocos años.

La descripción que he dado de la tribu relativista, es obviamente, una generalización simplista y seguramente contiene errores que tienen su origen en mi pertenencia a otra tribu que tiene sus propios tótems: la «tribu particulera».

Como su nombre indica, la tribu particulera crece alrededor de la investigación en las partículas fundamentales y, por ello, tiene en la Mecánica Cuántica uno de sus pilares más firmes, lo que ya establece una cierta brecha cultural con la tribu relativista. Al contrario de lo que pasa con la Relatividad General, durante muchos años la investigación en física de partículas ha disfrutado (o generado) la tecnología necesaria para poner a prueba las teorías que iban surgiendo y que han llegado hasta la formulación del famoso «Modelo Estándar de las Partículas e Interacciones Fundamentales» (Modelo Estándar a secas para los amigos). Este modelo, a diferencia de la Relatividad General, es fruto de las contribuciones de muchísimos físicos. Es otro triunfo del homo sapiens scientificus, pero también viene con su carga filosófica y cultural (y sus prejuicios y su pizca de orgullo tribal, claro). Tampoco hay que olvidar que el desarrollo de este campo ha sido favorecido por un gran apoyo económico por parte de los estados que la investigación en gravitación no tenía. Ni podía tener, me atrevo a decir, dado que ni siquiera existía la tecnología en la que poder invertir. Es evidente que eso ha cambiado radicalmente en los últimos años, como explicaré más adelante.

A las energías que hemos podido explorar y en el mundo microscópico en el que no se puede acumular mucha masa, la gravedad es mucho más débil que las demás fuerzas, por lo que a la hora de explicar la estructura del átomo y de su núcleo uno podía olvidarse completamente de ella. Y eso hizo la tribu particulera, que creció y se desarrolló completamente de espaldas a la gravedad.

Pero estoy generalizando y simplificando bastante de nuevo, pues algunos de los notables de la tribu (Pauli, Feynman, DeWitt, ‘t Hooft…) intentaron describirla dentro del marco de su cultura: si todas las interacciones son mediadas por partículas, la gravedad debía de ser mediada por una partícula de espín 2, el gravitón, que sería el cuanto de excitación del campo gravitatorio descrito por la métrica de Einstein cuando la teoría se cuantiza. El largo alcance de la interacción sugiere, además, que el gravitón es una partícula sin masa.

Este punto de vista no era (o no es) una burda extensión de la descripción de las demás interacciones, sino que es una consecuencia ineluctable de los principales puntos del catecismo de la tribu: el grupo de Poincaré como simetría fundamental de la Naturaleza, la Mecánica Cuántica como teoría fundamental y el teorema de Wigner. Además, el recientemente fallecido Stanley Deser, entre otros, demostró que la teoría que describe la interacción consistente de un campo de espín 2 sin masa es,

precisamente, la Relatividad General.

Todo parecía sugerir que simplemente había que cuantizar la Relatividad General como una teoría cuántica de campos relativistas especiales más. Bueno, más compleja, con muchos tipos de interacciones y con una simetría local heredada de la covariancia general sustancialmente diferente de la de las teorías de Yang-Mills que describen las demás interacciones. Pero una teoría cuántica de campos relativistas especiales más, al fin y al cabo. La gravedad es muy débil y la cuantización perturbativa sobre el vacío de Minkowski debería de bastar y sobrar.

Como todos sabéis, esta forma de cuantizar la gravedad fracasó, dando origen a unos de los problemas más apasionantes de la física teórica de nuestra era: la construcción de una teoría cuántica de la gravedad.

Si intentase repasar aquí la lista de ideas que se han propuesto para resolver este problema, me pasaría mucho del tiempo asignado y desencadenaría la ira del moderador y del siguiente ponente. Pero no debería sorprenderos que os resuma lo que pasó diciendo que cada una de las dos tribus de la física teórica intentó resolverlo dentro del marco conceptual de su propia cultura.

La tribu particulera había descubierto (redescubierto, diría la «tribu condensada») un mecanismo que permitía utilizar las ventajas de introducir más simetría en una teoría sin que esa simetría se reflejase luego en el vacío de la misma y en su espectro. El éxito del mecanismo de la ruptura espontánea de simetría para describir la fuerza electrodébil lo elevó a la categoría de paradigma y modelo en su cultura y la tribu se lanzó a generalizarlo en las teorías de Kaluza-Klein, de gran unificación, las teorías supersimétricas (con o sin gran unificación) y las teorías de supergravedad que extienden la Relatividad General al superespacio. Todas estas teorías tienen su punto de encuentro en las teorías de supercuerdas que se pueden cuantizar de forma consistente y que, además de describir de forma unificada todas las interacciones, contienen gravitones, por lo que son teorías de gravedad cuántica. Pero no sabemos si son las teorías que describen «la» gravedad cuántica ni «las» interacciones y partículas fundamentales de nuestro Universo.

En este contexto nos podemos referir a la teoría de supergravedad conocida como N=8, relacionada con las teorías de supercuerdas de tipo~II, que ha sido cuantizada por el método perturbativo convencional

hasta 5 lups por el grupo de Zvi Bern, Lance Dixon y David Kosower sin que haya dado lugar a divergencias ultravioletas. Quizá sea un ejemplo de teoría cuántica de campos relativistas especiales que describa gravedad, pero no está nada claro que esta teoría describa «la» gravedad y el resto de las interacciones y partículas de nuestro Universo.

La tribu relativista no se quedó atrás y propuso su propio candidato a teoría de la gravedad cuántica, la llamada «gravedad cuántica de lups». (Me resisto a llamarla de lazos: siempre me vienen a la cabeza los lazos que las chicas de hace muchos años se ponían en el pelo o los que se ponen en los paquetes de regalo.) No voy a describírosla en mucho detalle por dos razones: porque no sé lo suficiente de la misma para hacerlo correctamente y porque ya os he dicho que mis orígenes están en la tribu particulera y no podría resistirme a hacerlo transmitiéndoos mi forma parcial y sesgada de verla. Aquía hay, afortunadamente, gente mucho más cualificada que yo para hablaros de ella.

El debate entre ls partidarios de estas dos propuestas dominó los últimos años del siglo XX y los primeros del XXI, reflejando las diferencias culturales de ambas tribus: la esencia perturbativa (o no) de la gravedad cuántica y la existencia de un límite perturbativo, la independencia de la teoría del background y la relación con el uso de coordenadas, la naturaleza emergente (o no) de la gravedad, la posibilidad de describir agujeros negros y calcular sus entropías aplicando la fórmula de Boltzman a la densidad de estados cuánticos, la unitariedad de la gravedad cuántica y el problema de la información, el efecto de aplicar el método de cuantización de lups a sistemas bien conocidos como el oscilador armónico… Pero a este debate había que añadir la lucha por los recursos y el poder académico entre ambas tribus, claramente inclinada a favor de la de los particuleros en ese momento, para envidia de la de los relativistas.

Ésta era la situación de nuestro campo en el momento en el que se formó la SEGRE: un campo dividido en dos tribus que añadían al antagonismo puramente científico agravios que dificultaban el debate, el entendimiento y la colaboración. (He dicho «puramente científico», pero ya tendría que haberos dejado claro que tal cosa en realidad no existe). Una tribu que desayunaba leyendo el los artículos que habían llegado la noche anterior a través de hep-th y otra que ni tocaba el gr-qc, pues, total, el boletín, como llamábamos entonces al ArXiv, era un invento de Paul Ginsparg, teórico de supercuerdas y miembro de la tribu particulera. Un mes cualquiera de 1997 (junio, por ejemplo) se enviaban 335 artículos a hep-ph y 215 a hep-th, pero tan sólo 82 a gr-qc.

La búsqueda de una comunidad nueva a través de la SEGRE

Si algo tenía claro a mi regreso a España tras mi periodo postdoctoral, allá por 1997, es que la investigación en el campo de la gravedad iba a ser el dominante en la física teórica de los siguientes 50 años, como la física de partículas lo había sido los 50 anteriores. No podía predecir qué caminos tomaría la búsqueda de una teoría de gravedad cuántica (la correspondencia AdS/CFT me pilló recién aterrizado), pero tenía claro que cada vez iba a ser más difícil financiar y construir aceleradores de partículas que permitiesen nuevos descubrimientos y que, a la par, la tecnología estaba alcanzando el nivel necesario para hacer nuevos descubrimientos en el campo de la gravedad, entendida en un sentido muy amplio que abarca a la cosmología. En términos económicos de podría decir que la ley de los retornos decrecientes iba a afectar de lleno a la física de partículas como disciplina mucho más desarrollada que, en cierto sentido, estaba llegando a sus límites.

Creo que no me equivoqué del todo. En estos 25 años en el CDF de Fermilab y en LEP y en el LHC del CERN se identificaron las poquitas piezas que le faltaban al rompecabezas del Modelo Estándar, mientras que en esos mismos años varios experimentos midieron las inhomogeneidades de la radiación

cósmica de fondo, identificaron las componentes cosmológicas de la materia oscura y de la energía oscura (que probablemente no sea más que la constante cosmológica), midieron la expansión acelerada del Universo, detectaron las primeras ondas gravitatorias y con ellas las primeras colisiones de agujeros negros, de estrellas de neutrones…

En mi instituto la mayoría de los temas de investigación están conectados de una forma u otra con la gravedad: los fenomenólogos buscan las partículas que constituyen la materia oscura, cuyos únicos efectos conocidos son gravitatorios, la astrofísica de partículas y la cosmología se tocan, los interesados en la materia condensada o en la información cuántica utilizan la correspondencia AdS/CFT (o CMT), y los antiguos fenomenólogos de cuerdas que sólo estaban interesados en la parte Yang-Mills de las interacciones ahora se fijan en las condiciones de consistencia que impone la gravedad cuántica a las demás interacciones.

Volvamos al ArXiv para demostrarlo. En un mes cualquiera del año 2023 (de nuevo tomo el ejemplo de junio) se envían 409 artículos a hep-ph (un 22% más que en 1997), 317 a hep-th (un 47% más que en 1997) y 298 a gr-qc, que es un tremendo 263% más que en 1997. Pero no se vayan, que aún hay más: si identificamos artículos cuyo título contenga las palabras gravity, gravitational, GW, dark o hole nos encontramos con que son un 30% de los de hep-ph y un 38% de los de hep-th. El cambio de panorama es brutal.

Esto que ahora nos parece que está tan claro, no lo estaba para muchos de mis colegas en 1997. Para algunos sigue sin estarlo; ya he dicho que a veces la evidencia tarda en imponerse. Por ello, cuando en el año 2003 surgió la idea de crear una asociación dedicada al fomento de la investigación y de la enseñanza de la gravedad, pensé que era una gran oportunidad para la comunidad científica española si se conseguía agrupar en ella a las dos tribus de que os he hablado.

Como dije al principio, apenas guardo recuerdos detallados de las reuniones que mantuvimos y de las discusiones sobre los estatutos, ni sobre las cuotas y otros aspectos más mundanos de la asociación. Pero que todos los que estábamos allí teníamos la voluntad de trabajar para superar las divisiones del pasado y colaborar en algo nuevo y mejor (una especie de Transición, pero en el plano científico) es una verdad palmaria. Queríamos crear algo homologable a lo que se hace en otros países con mayor y mejor tradición científica.

Mi pequeña contribución a la fundación de la SEGRE fue insistir en la apertura a todas las corrientes y culturas y a todos los campos de investigación relacionados con la gravedad. Insistir en que las palabras

«gravedad» y «gravitación» que podían unir a nuestras tribus tuvieran una posición preeminente en el nombre y los estatutos, por encima del calificativo «relativista», más sectario, era fundamental. Que luego lográsemos llegar a los miembros de las dos tribus y hacerles participar en estructuras y eventos comunes sería el siguiente paso.

Yo iba a ser el organizador de la edición de los Encuentros Relativistas (cuyo nombre quizá debería haber sido cambiado para adaptarlo a la nueva era) del año 2004 en Miraflores de la Sierra y que tenía que solicitar fondos para realizarlos. Se me ocurrió que con un poco más de esfuerzo se podía solicitar financiación para una red temática sobre la gravedad (RTRG) que diera apoyo a eventos científicos que cubrieran todo el espectro de los temas de investigación relacionados con la gravedad: cosmología, geometría lorentziana, Supercuerdas (los Iberian Strings), los Encuentros Relativistas… El esfuerzo fue mayor de lo previsto: envié mensajes personales, de uno en uno, a más de 100 investigadores 93 de los cuales apoyaron con sus curricula la solicitud. La red se renovó varias veces con otros coordinadores que conservaron el espíritu abierto y la voluntad de integrar a todas las tribus que animaron la primera solicitud. Si bien la red temática no es la SEGRE es indudable que le debe mucho a la SEGRE.

Tampoco la lista de distribución GREG-L alojada en RedIris que creé y coordiné durante un tiempo es la SEGRE, pero seguramente no tendría mucho sentido sin ella.

Presente y futuro

Llega ahora el momento de hacer balance de lo conseguido y ponderar qué nos puede deparar el futuro y cómo nos gustaría que fuera.

He presentado el origen de la SEGRE como una oportunidad única de establecer alianzas entre tribus científicas con culturas hostiles y hay que preguntarse hasta qué punto se ha conseguido formar una comunidad más unida y menos sectaria en la que, sin renunciar a nuestras ideas, colaboremos para mejorar la educación y la investigación en nuestras universidades e institutos y, por ende, en todo el país.

Para que nuestra valoración de los hechos sea enteramente justa, no hay que olvidar las circunstancias sociales y económicas que nos han afectado estos años. También hay que tener presente la debilidad de los movimientos asociativos en una sociedad desarticulada antes por la dictadura y ahora por el individualismo feroz que el consumismo y las redes sociales nos inoculan sin que reaccionemos. Y, finalmente, no podemos ignorar que nos toca vivir y luchar contra el retroceso que se está produciendo en la res publica a todos los niveles.

El número de investigadores de nuestra área ha crecido espectacularmente en estos 20 años y la formación y el liderato de algunos de los más jóvenes son una promesa de futuro. Sin embargo, la SEGRE no tiene tantos socios como podría y debería tener. Tampoco la Real Sociedad de Física. Pero en el caso de la SEGRE, creo que lo que pasa es que siguen faltando muchos de mi tribu, sobre todo. A pesar de que en la SEGRE hay miembros cuyos trabajos y actuaciones personales tienden puentes entre las dos culturas, es muy difícil erradicar los prejuicios y salir de las burbujas. Creo que debemos seguir esforzándonos en lograrlo. Debemos atraer a más participantes de todas las corrientes a los eventos de la red temática (que ojalá se pueda renovar) y en el futuro próximo debemos utilizar los Seminarios Poligonales que se están organizando, como punto de encuentro de todas ellas. Aprovecho para invitar a todos los presentes a participar en ellos y descubrir que, aunque se siga trabajando en la gravedad cuántica de lups y en las supercuerdas, impulsados por la auténtica avalancha de datos experimentales, hay desarrollos nuevos que los superan y que combinan ideas de ambas culturas.

El nacimiento de la SEGRE fue posible porque quienes participamos en su fundación pertenecíamos a nuevas generaciones (con minúscula) que no se sentían obligadas a perpetuar una situación absurda. Y es posible que sean otras generaciones aún más nuevas las que lleven a término un programa que tiene que ilusionar a todos los que pensamos que la ciencia es una empresa colectiva y que cuando nuestro trabajo como investigadores se hace de forma honesta y exigente, anteponiendo la búsqueda de la verdad a los intereses de la tribu, contribuimos a construir una sociedad mejor.

Tomás Ortín Miguel

Profesor de Investigación del Instituto de Física Teórica, centro mixto UAM/CSIC

Viejésimoquinto aniversario

Don´t you think it´s sometimes wise not to grow up?

100 years ago

The Rolling Stones

Alunizaje

Madrid, 9 de la mañana del 1 de Octubre de 1997. El guarda que hay a la entrada de la sede central del CSIC en la Calle de Serrano me indica un edificio de ladrillo rojo a la derecha cuando le digo que es mi primer día de trabajo en el Instituto de Matemáticas y Física Fundamental (IMAFF). Tengo que pasar primero por la secretaría donde la gerente me espera para que firme mi contrato y la sorprenda optando por la Seguridad Social en vez de MUFACE. A cambio, las secretarias me sorprenden a mí con una actitud que sólo bastante más tarde acabo de comprender: ¿qué hago yo allí? Es decir, que qué hago yo allí en vez de fulano (a quien no nombran), para quien, por lo que se ve, estaba destinada la plaza de Colaborador Científico1 que yo gané en la oposición de últimos de Junio del año anterior. Al parecer, eso justifica que vayan a mantener esa hostilidad hacia mí durante años. No debería de sorprenderme tanto, porque el mero hecho de haberme inscrito a una oposición a Profesor Titular de la Universidad de Valladolid que tuvo lugar poco después de la del CSIC a la que ni siquiera me presenté había sido causa suficiente para que alguien a quien conocía desde hacía años y que consideraba que esa plaza suya me retirase el saludo para siempre. Gajes del oficio. La pregunta de las secretarias tiene contestación, pero todo a su tiempo.

Con las llaves que me dan, abro el que va a ser mi despacho y que contiene una silla y una mesa entre cuatro paredes. En su favor cuenta que está recién pintado, tiene ventana y es individual. Tendré que comprar un ordenador y entonces empezaré a saborear las complicaciones que surgen al intentar conseguir el material que necesitas para trabajar en el CSIC. César Gómez, que es Investigador Científico en el IMAFF, me ha inscrito como miembro de su proyecto de investigación y puedo pedir que me compren uno con el dinero del proyecto. De otra manera, no podría ni tener ordenador con el que hacer mi trabajo. Que trabajadores por cuenta ajena tengan que conseguir el dinero necesario para realizar su trabajo es una de las peculiaridades de la investigación científica imposibles de entender fuera de ella.

El proceso de compra es largo, pero ni tanto ni tan complicado como ahora, que tengo que escribir y firmar una memoria para justificar la compra de un boli. En pocos días voy a tener un ordenador personal básico en el que voy a instalar Linux (Slackware, la distribución que entonces me gustaba y que entonces ocupaba 4 diskettes) y al que, influenciado por mi lectura reciente de las Historias de Heródoto y como expresión de mi voluntad de resistir, voy a bautizar como Leónidas. leonidas.imaff.csic.es, para ser más preciso.

Saludo y soy saludado por los investigadores de despachos vecinos que se me presentan sin transparentar tanta hostilidad como las secretarias. A lo largo de varios años voy asistir como oyente involuntario a la escritura a cuatro manos de su artículo anual: “Oye, ¿scattering se escribe con una o dos tes? No sé. Vamos a mirarlo en el diccionario.”

En el IMAFF ni hay investigadores extranjeros ni visitantes. No hay seminarios. No hay conferencias. No hay cursos. El IMAFF no tiene página web ni la va a tener durante mucho tiempo.

No recuerdo si ése u otro día de mi primera semana también voy a conocer al director del instituto, pero aún voy a tardar varios meses en darme cuenta de que la razón por la que no lee los mensajes que le envío por correo electrónico es porque no sabe hacerlo, y que, por eso, el ordenador que decora su despacho siempre resulta estar apagado cuando voy a verle. Los claustros que preside, las decisiones que se toman allí y que no respeta, las peleas de los claustrales de distintos departamentos por las plazas y la utilización demagógica de los investigadores con contratos precarios allí presentes de que voy a ser testigo son dignos de ser narrados para ilustrar la realidad de nuestro organismo más importante de investigación hace 25 años y poder valorar cuánto ha mejorado (en general). Pero eso tendrá que esperar a otra ocasión.

Posiblemente ese mismo día, César me lleva en coche a lo que Enrique Álvarez llama “las premisas” del Instituto de Física Teórica (IFT) en la Facultad de Ciencias de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), Módulo XVI, segunda planta (pero sólo la mitad de la derecha, cuyas ventanas dan a la calle). Enrique es el Director de este instituto universitario de creación muy reciente, formado por una larga lista de investigadores del Departamento de Física Teórica de la UAM, del IMAFF y del Instituto de Estructura de la Materia (IEM) del CSIC. Yo soy el miembro más joven y creo que el primero que no estaba en la lista inicial de “fundadores”.

Aunque la lista de miembros es larga, de los siete despachos de que dispone el IFT sólo hay dos ocupados permanentemente: el del propio Director y el de estudiantes, que alberga a un único doctorando, Patrick Meessen, con quien he mantenido correspondencia desde el CERN porque codirijo su tesis con Enrique, pero a quien no había conocido en persona hasta entonces. Habla un español excelente. Y alemán, neerlandés, inglés… Le saco unos pocos años, pero siento una simpatía instantánea hacia él, y, aunque en ese momento no lo sé, vamos a mantener una relación personal y científica muy cercana durante los próximos 25 años. Al menos. En lo profesional, se va a reflejar en los 41 artículos que vamos a escribir juntos. Muy pronto, 42.

Aparte de estos dos despachos, hay otro asignado a Cayetano López, quien raramente lo usa, y otros dos asignados a César y a mí porque nos hemos comprometido a trabajar allí al menos dos días a la semana para dar algo de vida al lugar.

Resumiendo: aunque sobre el papel de la lista, el IFT cuenta con muchos y buenos investigadores y es un gran instituto de física teórica, en realidad en el IFT sólo trabajamos cuatro gatos, y eso si incluimos a Patrick. Mi objetivo durante los próximos años va a ser poner el IFT en marcha e intentar que llegue a ser de forma efectiva ese gran instituto de física teórica que deseamos. Ésta es, también, la razón por la que estoy en el IMAFF y, tengo que decirlo, no en el IEM. Esto merece un punto y aparte para ser explicado.

La plaza que gané era para cualquiera de los dos institutos, el IMAFF o el IEM. El CSIC permitía elegir libremente entre los dos a quien ganase la plaza. Pero no era una decisión fácil: en el IMAFF estaban César Gómez y Germán Sierra, y en el IEM, Mariano Quirós y Alberto Casas y la elección de instituto implicaba elegir en qué grupo y proyecto de investigación me integraría y en cuáles no. La mayoría de los grupos de investigación quieren crecer en tamaño. (Yo no acabo de entender bien por qué, aunque intuyo que se quiere crecer para conseguir más poder para poder crecer más para…) Quizá por esto (y por mi valía como investigador, espero) ambos grupos están interesados en mí, aunque de formas diferentes: César da por hecho que voy a elegir su grupo y ni se molesta en preguntarme qué prefiero y Mariano habla conmigo para invitarme a ser parte del suyo. Con este gesto y la simpatía que le tengo (las excursiones en bicicleta en Ginebra y en Benasque han jugado también su parte), estoy decidido a unirme al grupo de Mariano. Sin embargo, por un lado se me presiona y, por otro, llego a la conclusión de que, aunque César, Germán, Mariano y Alberto están en la lista de miembros del IFT, no todos tienen el mismo compromiso con este instituto. A mí me atrae la aventura y tengo un cierto sentimiento de deuda hacia la sociedad y el sistema que ha ayudado a llegar aquí y ¿qué mejor aventura y qué mejor aportación a la sociedad para un investigador joven que contribuir a la creación de un instituto de física teórica e intentar que tenga un nivel excelente y que sea un referente en la ciencia española y, por qué no, internacional? Sería una manera de dejar huella. Esto me decanta por César y, consecuentemente, por el IMAFF.

Esta decisión me separa de Mariano a quien, sin embargo, guardo en gran estima personal y científica y por quien siento un gran afecto. Tengo que agradecerle que me dijera que merecía la plaza que gané y que habría quién intentaría pasarme factura por ella diciendo que se la debía, pero que tenía que tener claro que no era así. Este consejo no me ha permitido sacudirme del todo el síndrome del impostor que llevamos a cuestas quienes hemos estudiado en colegios e institutos públicos de lugares remotos, pero sí que me ha hecho sentirme más libre en mi carrera científica que muchos de mis colegas. Esto no tiene precio, pero sí que tiene un coste.

Primeros pasos en la Luna

En pos de mi objetivo, pasaré los tres meses siguientes dedicado casi exclusivamente a todo tipo de labores no científicas, pero absolutamente necesarias para sacar al IFT del limbo, generar actividad y darlo a conocer. Con ayuda de Patrick en los temas informáticos, encargo mesas, sillas, lámparas y ordenadores. Cuando estos últimos llegan, instalamos en ellos Slackware y los configuramos. Creo una página web1, organizo una serie de “almuerzos-seminarios” todos los miércoles a las 14:30 que se anuncian con mensajes de correo electrónico y carteles y a los que comienzan a asistir los miembros de la famosa lista. También creo un cuaderno de preprints para poder llevar cuenta de las publicaciones de los miembros del IFT y, en su momento, elaborar las memorias de actividades. Los preprints llevarán la etiqueta con IFT-UAM/CSIC-año-número. Ese año y bastantes de los siguientes, prácticamente en solitario, organizo el Christmas Workshop, que en ese momento reúne a antiguos estudiantes del Departamento de Física Teórica de la UAM y, en menor número, de otros centros, que vuelven a casa por Navidad junto con algunos investigadores más veteranos. El programa del workshop, que también se puede consultar en la antigua página del IFT, dice mucho sobre cómo ha evolucionado nuestro campo y cómo han progresado las carreras de los que participaron como estudiantes o postdocs, hasta llegar a ser miembros del IFT del siglo XXI en algunos casos. El contraste entre el espíritu de aquellos encuentros y de los actuales es también muy grande y también nos dice mucho sobre la evolución del propio IFT, mucho más grande e internacional, pero mucho más impersonal y con menos vocación de liderazgo o coordinación de la física teórica en España. Echo de menos de esa época los seminarios de colegas de otros centros españoles y un cierto sentido de comunidad científica que ha desaparecido.

Durante meses, bien en las premisas del IFT o bien en mi despacho del IMAFF, mi trabajo se reduce casi exclusivamente a estas labores, sin más ayuda que la de Patrick. No tenemos secretarias, no tenemos ni siquiera quién traiga papel para las impresoras desde el departamento y tengo que hacerlo yo porque ni siquiera puedo pedir ayuda a los estudiantes (en alguna ocasión recibo una reprimenda por hacerlo, aunque los estudiantes me hayan ignorado). Sin embargo, ver que el IFT va pasando de las musas al teatro del mundo científico nacional e internacional me da una gran satisfacción personal porque siento que, en parte, es gracias a mi esfuerzo.

Colonizando la Luna

Éste es el principio. Los años siguientes comienzan a llegar los primeros investigadores postdoctorales contratados con fondos europeos (es imposible hacerlo con los nacionales) y ellos (Bert Janssen y Sudipta Mukherjee) y algunos doctorandos más (Natxo Alonso, Ernesto Lozano, Juanjo Manjarín, Lorenzo Hernández) se asientan en el IFT. Al cabo de unos años más, llegan los primeros investigadores del Programa Ramón y Cajal. El tamaño de las premisas y el de la sala de seminarios se duplica cuando nos ceden la otra mitad de la planta. Se incorpora una secretaria (Isabel), cuya ayuda va a resultar crucial.La llegada de los demás miembros permanentes (la lista, de nuevo) a sus despachos del IFT aún tardará varios años más (dudas, cavilaciones, nadie quiere jugársela). Pero se acabará produciendo poco a poco y se hace definitiva cuando nos trasladamos al nuevo edificio. Este edificiose nos asigna cuando pasamos a ser un centro mixto de la UAM y el CSIC, tras haber sido previamente unidad asociada al CSIC y, antes, simplemente instituto de investigación de la UAM. El avance en el estatus oficial del IFT se justifica sin duda alguna en el incremento de actividad científica real que se ha conseguido desde que me incorporé. Pero me estoy adelantando bastante y tengo que volver atrás.

Tras unos años iniciales de dedicación casi exclusiva a ellas, voy a ir abandonando paulatinamente las tareas extra-científicas. En algunos casos, porque ya tenemos a alguien que se ocupa específicamente de ello y en la mayoría porque, sencillamente, me he quemado. Me voy dando cuenta de que mi investigación y mi vida personal y familiar se resienten demasiado y de que, a cambio, nadie va a reconocer ese trabajo. Los libros de historia dicen que las pirámides las hicieron los faraones. Y en las conmemoraciones que se han hecho, se dice que al IFT lo han hecho sus directores. Y lo que un día se hace alegre y voluntariamente, acaba convirtiéndose para los demás, primero en un hábito, y luego en una obligación. No hay reconocimiento ninguno por lo que se hace, pero sí reproches y penalizaciones cuando no se hace o se cometen errores. Al mismo tiempo, se te ridiculiza por dejarte manipular. Es abuso de manual. Me temo que van a borrar mi huella.

Despegando hacia nuevos horizontes

En el año 2003, mis estudiantes Patrick, Natxo y Ernesto han defendido sus tesis doctorales y han dejado el IFT. Siento que ha llegado el momento de soltar amarras y pedir mi propio proyecto de investigación. Me he hecho mayor y tengo que vivir mi propia vida y aventura científicas. Esto significa competir con mis ideas y mi trabajo sin cubrirme con un grupo más grande, y es arriesgado. Si me quedo sin proyecto de investigación, ni yo ni mis nuevos estudiantes (cuando los tenga) podremos asistir a conferencias, renovar nuestros ordenadores etc. etc. Pero es como irte de casa de tus padres para poder vivir la vida como tú quieres hacerlo y eso es, quizá, lo mejor que ofrece un puesto de investigador en el CSIC: libertad para investigar como tú quieres hacerlo y en lo que tú quieres hacerlo. Muchos prefieren quedarse en casa de sus padres y no crecer nunca. Yo, no, por más miedo que sienta.

Por otro lado, los proyectos se utilizan a menudo como herramientas de poder: se oculta a los miembros la memoria científica, el monto de la subvención y cómo se usa, se retrasan discrecionalmente los reembolsos de gastos de viajes… Y yo ya no estoy dispuesto a pasar por estas cosas.

La concesión del proyecto1 me sentó como si me hubieran lanzado una escala para salir de la oubliette en la que estaba condenado. Creo que tuve mucha suerte cuando me concedieron un proyecto en el que el único investigador permanente en España era yo, porque los gestores prefieren proyectos con muchos miembros, mucho más fáciles de evaluar y porque siempre se mira con sospecha a quien intenta trabajar de forma independiente, sin integrarse en grupos, jerarquías o

tribus. Pero conseguir un proyecto es también una carga de trabajo administrativo y hay que estar a la altura de la confianza que se pone en ti cuando te conceden fondos públicos que vienen de los impuestos de todo el mundo para investigar, formar estudiantes, representar a la ciencia de tu país en conferencias etc. La responsabilidad genera una presión que no todos quieren tener encima.

Además, la libertad tiene un precio. Hay que luchar en solitario para conseguir cualquier cosa y, en un instituto donde todo se decide “democráticamente”, no estar en un grupo grande que vota como un solo hombre por sus intereses (postdocs, incorporación de investigadores Ramón y Cajal, plazas permanentes, uso del dinero de la Severo Ochoa) te deja completamente al margen de cualquier decisión importante. Si, además, no tienes nunca (o casi nunca) un cargo de responsabilidad, ni eres el IP de alguno de los proyectos colectivos, tus posibilidades de influir en el curso de los acontecimientos, de la propia orientación científica del instituto, es nula. Así que no me sorprende no haber formado jamás parte de un tribunal de oposición en estos 25 años,1 pero me alivia que eso me exima de cualquier responsabilidad en las tendencias endogámicas que se atisban en el horizonte del IFT o, ya puestos, en el puesto meramente decorativo que financia. Sólo me invitaron una única vez a lo que llamaban “El Sanedrín”, y voté en solitario contra la creación de ese puesto. No sé si volvieron a reunirse o si decidieron no invitarme nunca más a participar, pero 15 años después, y a la vista de lo ocurrido, he de decir que me ratifico en mi voto.

La carga de trabajo y el aislamiento podrían haberse aliviado si mi proyecto hubiera contado con más miembros senior del IFT, pero nunca nadie ha querido salirse de los proyectos grandes e integrarse en el mío en los 20 años que lleva en marcha. No es difícil de entender, pero deja un regusto bastante amargo. Como las risas que siguen a los cuchicheos de quienes te rodean.

Pero la libertad es libertad y, para ser justos, hay que reconocer que mi puesto en el IFT me ha permitido ejercerla de muchas otras maneras y poner muchos proyectos personales en marcha. Proyectos, trabajos, investigaciones, direcciones de tesis y muchas otras cosas que seguramente no podría haber llevado a cabo si hubiera permanecido en el IMAFF. O en casi cualquier otro instituto del CSIC. O en la universidad en la que intenté ganar una cátedra contra el candidato local y un tribunal de supporters (hooligans, incluso) con alguna honrosa excepción.2 Es de ley reconocer que el IFT ha sido un gran sitio para desarrollar mi trabajo científico, incluso con todas las pegas que he expuesto. Es, de hecho, un remanso de paz comparado con otros muchos departamentos universitarios.

Así, en el año 2002 contacté, uno a uno, a un centenar de investigadores españoles que trabajaban en temas relacionados con la gravedad y coordiné la primera solicitud de subvención para una Red Temática de Relatividad y Gravitación (https://redtrg.wordpress.com) que articulara la investigación en este ámbito, financiando encuentros científicos sobre gravitación (Encuentros Relativistas de España y Portugal, dos de los cuales he organizado en Miraflores y en Palencia), geometría lorentziana, supercuerdas (Iberian Strings Workshop, de los cuales he organizado dos ediciones) y ondas gravitatorias. Esta red, que sigue activa y está acudiendo a una nueva convocatoria de ayudas, está acompañada por la lista de distribución GREG-L, alojada en RedIris, que también creé y coordiné en aquel momento. Ya no soy el responsable, pero es que creo que los puestos de responsabilidad y poder han de ser rotativos y nadie debe de tener ni muchos puestos ni por mucho tiempo, principio que creo que ha calado en la comunidad y que sigue respetándose.

Poco más tarde participé en la fundación de la Sociedad Española de Gravedad y Relatividad (SEGRE, http://www.segre.es) y fui parte de su primera Junta Directiva.

Y, como Umbral, tengo que hablar de mi libro en sus dos ediciones de los años 2004 y 2015: Gravity and Strings  . Sí, lo escribí yo solo. Sí, me llevó mucho tiempo. Sí, es mejorable, como todo. Pero estoy razonablemente satisfecho y creo que ha jugado su papel en el desarrollo de mi campo. En la contraportada no se pueden ver los elogios de físicos teóricos prestigiosos que acompañan a otros libros de supercuerdas de autores con muchos más amigos de renombre, pero cada vez que un estudiante o colega, típicamente de países asiáticos o del este de Europa y típicamente con acceso exclusivo a una copia pirata, se acerca a decirme que lo ha estudiado y que ha aprendido cosas y le ha gustado, siento que mereció la pena y que la piratería es, a veces, algo fantástico que permite el acceso al saber y a la cultura a quienes no podrían permitirse pagar por ella. No puedo resistirme a comentar, como anécdota, que al principio del confinamiento por la pandemia de COVID, cuando la situación en España era especialmente grave y no había ni mascarillas, alguien que firmaba como “your Chinese student who loves Physics” me escribió para ofrecerse a mandarme mascarillas desde China porque estaba estudiando mi libro, y le encantaba y quería que yo pudiera disponer de ellas.

La gravedad siempre tira de ti

Pero, ¿por qué tantas actividades relacionadas con la gravedad, cuando mi especialidad eran las teorías de supercuerdas? Aunque, en realidad, mi investigación siempre se ha centrado en los aspectos gravitatorios de estas teorías (agujeros negros etc.) y la relación con la gravedad está muy presente en toda ella, mi interés estaba y está basado en la convicción de que, desde hace bastante tiempo, la gravedad es el campo de investigación con más futuro en la física teórica, la nueva frontera. En estos 25 años he tenido poco éxito promoviendo esta idea en un IFT que algunos se empeñan en definir como un “instituto de física de partículas”, porque no existe un grupo de gravedad como los que se están organizando en otros países. Pero la realidad no se puede cambiar a base de definiciones: en estos 25 años, en el lado de la física de partículas, se ha encontrado el bosón de Higgs y se han identificado las oscilaciones de neutrinos mientras, en el otro lado, se han medido las inhomogeneidades de la radiación cosmológica de fondo (CMB), identificando los componentes del Universo, se han observado y medido la expansión acelerada del universo y la constante cosmológica, se han observado por primera vez las ondas gravitatorias y las señales de colisiones de agujeros negros y estrellas neutrones entre ellos, se han hecho las primeras fotos de los entornos de agujeros negros… Y estamos sólo al principio.

Seguramente mi descripción anterior de lo que hay en cada lado de la balanza está sesgada, pero cuando miro a mi alrededor en el IFT veo que la mayor parte de la investigación se centra, de hecho y al margen de definiciones dogmáticas, en la gravedad. Veo, por ejemplo, que los fenomenólogos de supercuerdas, que antaño centraban sus esfuerzos en encontrar modelos que extendieran el Modelo Estándar de las Partículas e Interacciones Fundamentales, han pasado a ocuparse de las consecuencias de suponer que la gravedad es la más débil de las interacciones y de las implicaciones que tienen las teorías consistentes de gravedad cuántica (aunque estas se identifican, sin más, con las teorías de supercuerdas). Veo también a fenomenólogos de partículas proponiendo modelos que expliquen la materia oscura (de cuya existencia sólo la gravedad da testimonio) y que sean compatibles con las teorías y observaciones astrofísicas y cosmológicas. Veo a quienes utilizan la holografía para describir materiales y sistemas de materia condensada a través de su versión gravitatoria dual. Veo a astrofísicos que hasta hace poco renegaban porque la asignatura de gravedad fuera una asignatura obligatoria, insistir ahora en que hay que ampliar la parte de ondas gravitatorias e incluir la solución de Kerr en el programa.1 Veo a quienes estudian la información cuántica y su relación con los agujeros negros. Veo, en resumen, a muchos colegas, cada uno con las herramientas que tiene y con su enfoque personal, investigando sobre la gravedad y sus efectos o utilizándola de alguna forma. Veo, en conclusión, que mi pronóstico se ha cumplido y creo que, al no reconocerlo explícitamente y no haber querido subirnos a este carro antes, estamos perdiendo una gran oportunidad como instituto.

Mi interés creciente por la gravedad ha ido influenciando también a mis estudiantes de doctorado, de los que hablaré más tarde. Sus tesis ya no hablan sólo de supercuerdas, dualidades y, si acaso, de agujeros negros en las teorías de cuerdas, sino de temas más generales y fundamentales como la termodinámica de agujeros negros en teorías generales, aspectos observacionales de los agujeros negros etc. Muchas de estas cosas, hay que decirlo, no las han aprendido ni de mí, ni de nadie del IFT, sino que han tenido que ir a aprenderlas fuera. Mi curso de gravedad en el máster es muy básico, el avanzado no podría cubrir mucho del material que es necesario conocer aunque su programa estuviera mejor orientado y no hay cursos de doctorado sobre estos temas.

Volver la vista atrás

Para mi sorpresa, una de las cosas que tener un proyecto no me ha permitido en 18 años es la de poder financiar con él becas de doctorado. Pero, de nuevo, he tenido mucha suerte, porque los estudiantes que se han interesado por mi trabajo y por que les dirigiera una tesis han sido extraordinarios y han conseguido las becas por sus propios méritos y por su cuenta. Eso me ha permitido dirigir 14 tesis doctorales y disfrutar mucho con ello. Con todo, tras elogiar mi labor como supervisor, los evaluadores de proyectos siguen no recomendando que se me dé financiación para becas de doctorado. Yo no lo entiendo.

Pero, volviendo a lo estudiantes que he tenido, quiero aprovechar para expresarles todo mi agradecimiento: me han estimulado intelectual y emocionalmente y, a veces, han obligado al perezoso que habita en mí a trabajar. Y he aprendido mucho más de ellos y con ellos de lo que ellos han podido aprender de mí. Pero hay algo más importante: la relación humana de compañerismo que hemos mantenido y que me ha ayudado, si no a salir de él, sí a sobrevivir al ostracismo. Creo que son muy buenos científicos y que van a conseguir hacerse un lugar en la física siguiendo su propio camino, enfrentándose a los problemas fundamentales con rigor, buscando la verdad y sin abusar de las conjeturas. De momento, los hechos también confirman este pronóstico. El problema es que los hechos a veces no son suficientes para enfrentarse a competidores a los que se ha proclamado como genios en la cuna.

Y, ya que parece que estoy en la parte de los agradecimientos, tengo que hablar de las secretarias del IFT, de su ayuda, de su comprensión y humanidad. Y de los colaboradores (siempre de fuera del IFT) de quienes he aprendido tanto y en quienes me he apoyado estos años: Eric, Renata, Quim, Patrick,… Y de algunos directores del IFT que me apoyaron mucho en momentos clave.

Y mirar hacia el futuro

Con suerte, me quedan entre 7 y 12 años de actividad científica oficial, aunque creo que nunca voy a acabar de plantearme problemas y proyectos científicos. Y de otros tipos. Empezar aventuras y asumir responsabilidades es algo que aprendí desde muy pequeño y uno no puede dejar de ser como es.

Probablemente iré perdiendo poco a poco contacto con la frontera, aunque he descubierto que no hay una, programada en Snowmass para todo el mundo, sino muchas fronteras, y en todas ellas hay retos interesantes e importantes.

Muy posiblemente, iré perdiendo influencia en todos los ámbitos y sentidos, si es que alguna vez tuve alguna.

Y seguramente me iré implicando cada vez más en otros temas como la lucha contra el cambio climático y sus efectos (ya inevitables), de la que nuestro instituto y centro está absolutamente ausente.1

Espero que otros continúen mi trabajo, definido como un espíritu con el que enfrentarse a los problemas y a la realidad. Pero seguramente no será en el IFT. Me temo que quienes podrían considerarse herederos de ese espíritu no trabajarán ahí y que en el IFT ese espíritu no ha calado casi en nadie más.

Esto no quiere decir que el IFT vaya a ser un mal centro de investigación. Siempre será un gran instituto de física teórica. Pero también creo que nunca será el lugar excepcional, extraordinario, al que aspirábamos o con el que, al menos yo (siempre un tanto iluso), soñaba cuando entré en 1997. Un dato es suficiente: el IFT se ha mostrado incapaz de atraer a ningún investigador de otra procedencia que haya conseguido un proyecto del European Research Council (ERC).

Algunas de las causas de este fracaso parcial2 son externas. Es un instituto español y del CSIC y sabemos cómo se trata a la investigación científica en España, cómo ha sido uno de los principales perjudicados de la crisis económica y cómo el CSIC ahoga en papeles a los investigadores. Sin

embargo, el IFT ha sufrido menos que otros institutos la crisis gracias al programa Severo Ochoa y hay otros centros de investigación que, en situaciones parecidas, sí que han conseguido alcanzar ese nivel de excelencia (y, por ejemplo, tener a investigadores procedentes de fuera que hayan conseguido proyectos ERC).

Yo creo que las causas principales son internas, de funcionamiento, de cultura, de “tradición”, de las cosas que siempre se hacen de cierta forma porque “siempre las hemos hecho así” y sobre las que no se hace ningún tipo de autocrítica. Es la falta de apertura científica hacia otros temas, de voluntad de coordinación y liderazgo científico en España, de participación e integración en grupos europeos, etc. Son causas que llevan a que el instituto haya crecido principalmente por acreción de los grupos ya establecidos; a que el crecimiento futuro esté hipotecado por la aceptación poco selectiva de un número excesivo de investigadores con contratos de tenure track; a que se sobrevalore a los investigadores que nos son más próximos y conocemos mejor y a los temas en los que trabajamos nosotros mismos, sembrando la semilla de la endogamia que ahoga el avance de la mayoría de las universidades y centros de investigación españoles. Es una lenta deriva que, si no se corta, nos va a llevar a acabar reproduciendo los vicios que han condenado a la mediocridad a otros institutos españoles, que he sufrido como opositor y contra los que he luchado como he podido (PICORES, AACTE (http://www.aacte.eu/wp/), cartas a secretarios generales de investigación y de universidades, a rectores, presidentes del CSIC, ministros…)

Alguien me dijo una vez que “España tenía que copiar el modelo italiano” en ciencia, creciendo en tamaño todo lo que se pudiera y dejando que de ese gran número salieran los investigadores excepcionales que marcan la diferencia. Creo que está fuera de toda duda que ese ineficiente modelo ha fracasado. Y, sin embargo, es el modelo que el IFT está siguiendo de facto. Estando fuera de los círculos de poder, carezco de elementos para juzgar si esto ocurre intencionalmente o no, pero creo que urge cambiar el rumbo, si no es ya demasiado tarde. Sí que parece ser demasiado tarde para una UAM cada vez más ensimismada, comida por la endogamia y el ombliguismo y cuya calidad como universidad sigue una curva que describe un declive suave pero cada vez más pronunciado. Anunciarse en Facebook como una universidad guay no compensa el carecer de una presencia científica (cursos, conferencias…) relevante en la red.1

Todo esto puede sonar demasiado catastrofista y estoy seguro de que muchos van a reaccionar con un simple “Don’t look up!”. Pero, en realidad, no estoy hablando de una catástrofe, sino de una oportunidad perdida y lo hago como alguien que ha puesto mucho para que esa posibilidad se materializara y siente que no se ha llegado hasta donde se podría haber llegado, al menos a juzgar por todo eso que puso. Quizá aún estemos a tiempo y sólo hace falta una generación más y un poco de suerte. Ojalá. En cualquier caso, podéis seguir contando conmigo para ello mientras el cuerpo aguante.

Don´t you think it´s just about time to hide away? Yeah, yeah

100 years ago

The Rolling Stones

1Llevo ya 8 años impartiendo este curso en el Máster de Física Teórica de la UAM, véase mi curso en vídeo https://www.youtube.com/playlist?list=PLhf97tT_M5caztFRWSSo_ITpivVmEV1W6 y puedo dar fe de que el rechazo a esta asignatura llegaba hasta el punto de vetar la aparición de la expresión “Relatividad General” en el programa. Esta actitud de los astrofísicos es, para mí, incomprensible. Y da lugar a anécdotas sabrosísimas que algún día contaré.

1La UAM, como las otras universidades creadas al mismo tiempo (la UAB y la UPV) se beneficiaron de no tener una historia detrás, ya que, en España, la historia de las universidades y, sobre todo, el profesorado de la etapa anterior, era, en realidad, una rémora. Estas universidades disfrutaron de unas condiciones iniciales muy buenas (profesorado, una cierta forma de hacer las cosas) y la inercia ha durado casi 40 años. Pero las buenas prácticas hay que mantenerlas. Hay que buscar la manera de mejorar porque, si sólo aspiras a mantenerte, caerás.

1 Se premia a quien acude al trabajo en coche con una plaza en un aparcamiento cubierto y se condena a quien lo hace en bicicleta o patinete a dejarlos en la calle, a pesar de lo que dice el artículo Tercero, 2ª de la Orden PCM/466/2022, de 25 de mayo, por la que se publica el Acuerdo del Consejo de Ministros de 24 de mayo de 2022, por el que se aprueba el plan de medidas de ahorro y eficiencia energética de la Administración General del Estado y las entidades del sector público institucional estatal, https://www.boe.es/diario_boe/txt.php?id=BOE-A-2022-8563). De momento, mi diésel ultracontaminante de 700 euros tiene derecho a estar en el garaje a cubierto y protegido de los robos, mientras que bicicletas que multiplican ese precio y no contaminan, no. Se ve que los que van en bici no somos gente “respetable”. Pero todo puede ser aún peor: nuestros vecinos del Centro de Biologñía Molecular Severo Ochoa se han gastado unos buenos dineros en cubrir e iluminar toda la noche el aparcamiento exterior, sin que haya sitio allí para las bicicletas, que tienen que estar atadas en un lugar no vigilado y no cubierto. Se ve que a los coches hay que protegerlos del sol y la lluvia, pero a las bicicletas no. Que esto se haya hecho precisamente en este momento de la historia es tremendamente desesperanzador.

2“Fracaso”, aunque sea parcial, suena un poco fuerte. Pero no sé qué otra palabra utilizar para describir la falta de consecución de objetivos. Aunque suene dramático, no lo es tanto, en realidad. Es lo normal en la vida.

1Una vez, mi nombre llegó a estar en la pizarra como parte de una propuesta de tribunal. Fue borrado sin más comentarios cuando anuncié que, si llegaba a formar parte de un tribunal, actuaría según mi propia opinión, que podría no coincidir con la del resto del instituto. Otra, me llegó el nombramiento y renuncié porque un antiguo estudiante mío se presentaba. Me insistieron, quitándole hierro al asunto. Pero estos asuntos tienen mucho hierro. Es como poner a un padre a juzgar a un hijo. La única salida honesta es renunciar a estar en el tribunal. Yo mismo había presentado recursos (con éxito) arguyendo la falta de imparcialidad de miembros de tribunales por esa misma causa en oposiciones a las que me había presentado y tenía que ser coherente. Evidentemente, a mucha gente no le preocupa su propia falta de imparcialidad e, incluso, se muestran deseosos de formar parte de esos tribunales para sacar adelante a su antiguo estudiante. El resultado será, a medio o largo plazo, la endogamia y mediocridad.

2Aunque nunca he estado en un tribunal de oposición, soy un gran experto. Muy poca gente ha participado en tantas como yo: tres en el CSIC, una habilitación a catedrático de universidad y una oposición a catedrático de universidad con repetición tras recurso. Estas experiencias, duras y desagradables, pero muy interesantes, me han marcado profundamente y han determinado en gran parte mi voluntad de luchar contra las injusticias que se viven en ellas: la endogamia, los conflictos de intereses de los miembros de los tribunales, las recomendaciones y presiones ocultas, la ineficacia de los recursos, incluso la xenofobia en algunos casos (“¿Por qué alguien de (otro país de la UE) quiere una plaza de investigador en España?” sic). Estas experiencias y las de algunos amigos y colegas merecen ser conocidas para que no se vuelvan a repetir. Tendrá que ser en otra ocasión, pero, mientras tanto, que quien me juzgue tenga muy en cuenta lo que he vivido.

1Ahora tiene un blog, https://projects.ift.uam-csic.es/grass/, aunque cuesta mantenerlo al día.

1 Aquí se la puede ver en su versión del 2001. Se puede ver la lista de miembros, los almuerzos-seminarios organizados hasta entonces (10 en 1997, 32 en 1998, 29 en 1999…), los Christmas Workshops

1El nivel de Colaborador Científico ha pasado a denominarse de Científico Titular. El título de colaborador aludía a una jerarquía en la que los recién incorporados al CSIC jugarían un papel de meros ayudantes o comparsas.

 

El decálogo del divulgador científico

La historia de la Humanidad es en gran medida la historia de su desarrollo científico y tecnológico: el control del fuego, la talla de piedras y la forja de diferentes metales que dan nombre a edades completas de nuestro desarrollo; los medios de transporte y de navegación que nos permiten explorar y poblar la Tierra; los avances en biomedicina que nos proporcionan alimento, nos dan esperanza y calidad de vida, y a la vez hacen explotar la población del planeta; el desarrollo de las comunicaciones y el manejo y procesado de la información…

Tampoco es posible dar cuenta de la evolución de nuestro pensamiento y de nuestra concepción de los seres humanos y del mundo sin tener en cuenta la influencia crucial de los descubrimientos científicos: la naturaleza humana y su reproducción; la herencia genética; la neuropsicología; la astronomía y el lugar de la Tierra en el Universo; la evolución del Universo y de nuestro planeta; la mecánica cuántica y la relatividad y la esencia de la realidad…

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